Aquella, habrÃa sido una tranquila mañana de otoño en el bosque, una mañana de otoño común y corriente, si no fuera que ya eran las cuatro de la tarde y estaban en verano.
Todos los animales habÃan sido citados por la princesa Teresa en un claro del bosque para averiguar cual de ellos era su prometido, el duque Sigfrido el Erguido.
El duque, habÃa sido hechizado por la bruja Granuja, que no sólo lo habÃa transformado en algún animal del bosque, sino que además, le habÃa quitado la memoria.
El pajarillo Amarillo, cantaba alegremente. El pajarillo decÃa: âSolo el amor de la princesa puede devolver la forma humana al duqueâ.
En ese momento, se presentó el jabalà AlÃ. El jabalà preguntó: â¿Por lo de la princesa es aquÃ?â
âSiâ, dijo el pajarilloâ Nos han citado a todos. A propósito, ahà viene, arrastrándose, el molusco Parduscoâ.
El molusco preguntó: âHe perdido mi caparazón. ¿No lo vieron?â
En ese momento, apareció volando la mariposa Golosa. â¡Socorro!â, se quejaba la mariposa, â¡Me persigue el oso Libidinoso!â, y apareció corriendo tras ella, el oso Libidinoso.
El oso, perseguÃa a la mariposa ofreciéndole una margarita y recitándole un poema que decÃa: â¡Sublime éxtasis de amor, mariposa, que acelera mis latidos, vayamos, vayamos, vayamos, vayamos, vayamos pronto!â.
El molusco se interpuso. El oso bramó: â¿Y tú que quieres, despreciable molusco?â
â¿No vio mi caparazón?â
El instante fue aprovechado por la mariposa Golosa, que se escondió ayudada por el pajarillo Amarillo.
HacÃa ya tres lunas que la bruja habÃa hechizado al duque. La hermosa princesa Teresa deambulaba en su búsqueda, lamentándose de su suerte. La acompañaban en silencio sus fieles gansos Mansos.
El pajarillo anunció: â¡Ya llega la princesa! ¡Que triste está!â, y apareció la princesa.
Entonces, apareció la bruja Granuja. La bruja se burlaba: â¡Nunca sabrás en que animal he convertido al duque! ¡Ni siquiera él recuerda nada, ja ja ja!â
La princesa clamaba: â¿Dónde estás, Sigfrido, Sigfrido? ¿Qué clase de animal eres?â
Los gansos consolaban a la princesa: â¡TranquilÃzate!â, dijo el gansito pequeño, âTen calmaâ, agregó la gansa robusta, âTodo irá bienâ, dijo el ganso viejo.
â¿No vio mi caparazón?â
De pronto, la gansa robusta lanzó un grito de indignación, le dio una tremenda bofetada a un cuarto ganso enorme que estaba a su lado y salió corriendo. El ganso enorme no era otro que... ¡el oso libidinoso disfrazado!, que corrÃa a la gansa ofreciéndole una margarita al grito de â¡Sublime éxtasis de amor, gansita, vayamos, vayamos pronto!â
Los gansos fueron en ayuda de la gansa robusta, y la princesa se quedó sola.
âNo debo flaquearâ, dÃjose la princesa, âno debo flaquear, debo encontrar al duqueâ, pero en ese momento, se hicieron oÃr los bajos instintos de la princesa: âOlvida al duque. Recuerda los abrazos de aquel fornido palafrenero de palacioâ. âPero debo cumplir con mi deberâ. â¿Y si algo falla y el hechizo de rompe sólo a medias? El duque podrÃa quedar medio animal...â âBueno, en eso es igual el palafrenero...â
Mientras esto sucedÃa en el bosque, veamos que pasaba en una pacÃfica granja cercana.
El granjero, silbando distraÃdamente, ordeñaba a la vaca Resaca. La vaca rumiaba sus pensamientos... y otras flores que habÃa comido esa mañana. â¡Que extraño!â, pensaba la vaca Resaca, âes la primera vez que me ordeña de tarde...â y miró al granjero. Resaca lanzó un mugido y salió corriendo. El granjero no era otro que... ¡el oso Libidinoso disfrazado!, quien comenzó a perseguirla ofreciéndole una margarita al grito de â¡Sublime éxtasis de amor, vaquita, vayamos, vayamos pronto!â.
En el bosque, la princesa, ayudada por los gansos Mansos, se habÃa interrogado a casi todos los animales, pero no habÃa logrado averiguar cual de ellos era el duque. Una triste desazón invadió a la princesa.
De pronto, los gansos, viendo llegar al pajarillo y a la mariposa, bramaron: âUstedes dos, ¿qué hacÃan la noche en que el duque fue hechizado?â. âNada, nadaâ. â¡Confiesen!â, (marcha nupcial)ây bien, si, pero nos vamos a casarâ. Un fracaso más. Otra triste desazón invadió a la princesa.
Teresa, alzó sus bellos ojos, como implorando ayuda a los que la rodeaban. Hasta que su mirada se cruzó con la del jabalà AlÃ. â¡Miren!, ¡Si, si, no hay duda!â, dijo la princesa, â¡el jabalà tiene la misma mirada que el duque!â. El jabalÃ, con sombrÃa voz declaró: âEs que yo no soy un jabalÃâ. â¡Oh!â. â¡Yo soy... ¡â. â¡Ãl es... !â. âUn duque hechizadoâ. â¡El duque Sigfrido!â. âNo, el duque de Mantuaâ. â¿Y que haces aquÃ?â, preguntó sorprendida la princesa. â¡Me echaron de Rigoletto!â. La última posibilidad habÃa fracasado. Otra triste desazón más invadió a la princesa.
De pronto, de la espesura surgió el oso Libidinoso y exclamó: â¡Aguarde! ¡Al ver a Teresa recuperé la memoria! ¡Ahora entiendo la causa de mi vergonzoso desenfreno! ¡He sido vÃctima de un hechizo cruel! ¡Gracias, amor mÃo, por venir a salvarme! ¡Yo soy el duque Sigfrido!â. Dicho esto, el oso arrancó una margarita, y viendo la alegrÃa en el rostro de la princesa Teresa, se dirigió a su encuentro triunfalmente. El oso le ofreció la margarita a la princesa, pero en ese momento, la bruja Granuja se interpuso, y con aire trágico gritó: â¡Tú no eres el duque, farsante! No puedo soportar este atropello. ¡Yo no sirvo para bruja! Lo hago para complacer a mi familia. El duque Sigfrido es el moluscoâ, y la bruja se fue llorando, mientras el oso, conmovido, corrÃa tras ella, ofreciéndole la margarita.
Todos felicitaron al molusco, quien avanzó hacia la princesa lentamente, como un duque. Mientras el molusco agradecÃa los aplausos, Teresa lo tomó con amor, y lo depositó suavemente sobre la palma de su mano. Y ante el asombro y el esfuerzo de Teresa, el molusco se fue transformando en un joven esbelto y hermoso: El duque Sigfrido.
Allà están Sigfrido y Teresa, con los corazones entrelazados, mirándose a las manos y con los ojos latiendo al unÃsono. Y ya inician su triunfal regreso al palacio. Los animales los escoltan en eufórico cortejo.
Todos bailan alegremente. Y allá van, encabezando el cortejo, el duque, la princesa, y su flamante dama de compañÃa que no es otra que... disfrazado, el oso Libidinoso.